En un mundo profesional plagado de incertidumbres, los responsables de RRHH buscan herramientas eficaces para reducir el estrés, prevenir el burnout y mejorar la toma de decisiones. ¿Y si existiera un método sencillo, como una buena conversación durante una sesión de coaching, capaz de calmar la mente y desarrollar el potencial humano?

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Lo que hace únicas a las conversaciones de una sesión de coaching

Las conversaciones en entornos de coaching se diferencian de los intercambios profesionales o personales habituales por su propia naturaleza. En lugar de dar órdenes o consejos directos, el coach adopta una postura de escucha activa y formula preguntas abiertas. El objetivo es situar a la persona, el coachee, en el centro de la conversación: es el colaborador quien define sus retos y objetivos, mientras que el coach le ayuda a desarrollar sus propias soluciones.

Este tipo de conversación proporciona un ambiente de confianza y autonomía. El coach no juzga ni dicta cómo actuar, sino que fomenta la reflexión de su interlocutor mediante una serie de preguntas y reformulaciones. El coachee se siente escuchado y valorado, lo que le anima a explorar nuevas ideas. En resumen, las conversaciones de coaching son espacios seguros en los que se puede tomar distancia, asumir responsabilidades de forma constructiva y plantearse el cambio con serenidad. Este carácter único que sitúa en el centro a las personas favorece la aparición de nuevas tomas de conciencia e ideas innovadoras, lo que contrasta en gran medida con las reuniones tensas o las sesiones de feedback apresuradas con las que, por desgracia, ya estamos familiarizados.

El cerebro bajo presión frente al cambio: el modelo SCARF

¿Por qué son tan necesarias estas conversaciones de coaching hoy en día? Porque nuestro entorno laboral está en constante evolución, lo que somete al cerebro a una gran presión. Según el autor de superventas Bruce Feiler, una persona pasa, de media, por 36 transiciones importantes en su vida, ya sean personales o profesionales, mientras que las empresas están sometidas a una media de diez cambios organizativos al año. Este ritmo frenético tiene consecuencias muy reales. Según Gallup, el 41 % de los empleados se sienten muy estresados por su trabajo. Y un estudio realizado a 2000 directivos descubrió que el 56 % de los líderes de equipo decían sufrir burnout. Las conclusiones son claras: los cambios constantes y mal gestionados erosionan el bienestar y el rendimiento.

¿Qué es el modelo SCARF?

Desde el punto de vista neurológico, el cerebro suele percibir el cambio como una amenaza. El modelo SCARF, desarrollado por el neurocientífico David Rock, identifica cinco dimensiones clave en nuestras reacciones ante los cambios:

  • Estatus (Status): la necesidad de sentir que nuestra importancia o nuestro rol no se ven reducidos. Un cambio que pueda afectar a la función, las responsabilidades o el reconocimiento puede percibirse como una pérdida de estatus, lo que desencadena comportamientos defensivos.
  • Certeza (Certainty): al cerebro le gusta la previsibilidad. La incertidumbre asociada a un cambio (reorganización, nuevo proceso desconocido…) genera ansiedad, ya que no saber lo que va a pasar es intrínsecamente estresante.
  • Autonomía (Autonomy): nos gusta mantener el control sobre nuestro trabajo. Si se impone una decisión sin dejarnos margen de maniobra, corremos el riesgo de rechazarla instintivamente. Por el contrario, poder contribuir a las soluciones atenúa la resistencia al cambio.
  • Conexión (Relatedness): el ser humano es un animal social. Un cambio que perturba nuestras relaciones laborales (equipo disperso, nuevo jefe, teletrabajo aislante…) puede hacernos sentir excluidos o aislados, lo que el cerebro percibe como una amenaza.
  • Equidad (Fairness): por último, un cambio que se percibe como injusto o desequilibrado (por ejemplo, esfuerzos adicionales no reconocidos, un ascenso percibido como arbitrario) provoca frustración y desmotivación. La sensación de injusticia activa una intensa reacción emocional negativa.

Cuando se descuida alguna de estas cinco dimensiones, el cerebro activa una respuesta de estrés, que es un instinto de supervivencia. Por el contrario, cuando se respetan estas necesidades, nos sentimos seguros y receptivos.

Lamentablemente, las transformaciones en las empresas suelen afectar a varios de estos factores al mismo tiempo. No es de extrañar, en estas condiciones, que el nivel de estrés se dispare y aumente el riesgo de burnout.

El impacto neurológico del estrés: cuanto más cortisol, menos claridad

Cuando el cerebro percibe una amenaza segrega cortisol, la hormona del estrés. En pequeñas cantidades, el cortisol puede ayudar a movilizarse. Pero si sufrimos un estrés crónico (plazos asfixiantes, contextos confusos, presión constante…), los niveles de cortisol permanecen elevados demasiado tiempo. Sus efectos a largo plazo son muy perjudiciales; podemos sentir fatiga, ansiedad, debilitamiento del sistema inmunitario e incluso alteración de la memoria y la concentración.

Unos niveles de cortisol demasiado elevados nublan el pensamiento (el famoso brain fog) y perjudican la toma de decisiones. Esto puede observarse en managers que sufren desgaste profesional: abrumados por las exigencias, les cuesta dar un paso atrás y tomar decisiones eficaces.

Cómo inhibir el cortisol

La buena noticia es que es posible invertir esta situación. Los enfoques derivados de la neurociencia y el coaching permiten calmar esta reacción al estrés. Por ejemplo, se sabe que la práctica regular de actividad física reduce los niveles de cortisol y estimula la producción de hormonas positivas. Pero existe otro antídoto, más compatible con la vida profesional cotidiana: la conversación en sesiones de coaching.

Infografía Los tres pilares del Desarrollo Profesional: Formación, Coaching y Mentoring

En esta infografía descubriremos las diferencias, las relaciones sinérgicas y las características complementarias que existen entre estos métodos.

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El poder que tiene el coaching sobre el cerebro: del cortisol a la dopamina

¿Qué aporta realmente una conversación de coaching a nivel neurológico? En primer lugar, reduce el estrés. El hecho de hablar libremente de tus dificultades con alguien que te escucha crea una sensación de seguridad psicológica. Pasas de un estado de «supervivencia» (dominado por el cortisol) a un estado de «reflexión serena». El coach, con su escucha imparcial y empática, ayuda al colaborador a calmar sus miedos. Por ejemplo, poner orden en una situación caótica recupera la seguridad. Reflexionar sobre las soluciones devuelve la sensación de control, y sentir el apoyo del coach rompe el aislamiento al recrear el vínculo social.

El coaching, fuente de tranquilidad

Como hemos visto, una buena sesión de coaching suele aliviar la presión: el coachee sale más tranquilo y con la mente más clara. A largo plazo, estas conversaciones regulares contribuyen a prevenir el burnout o desgaste profesional, ya que ofrecen un espacio para descargar tensiones y reencontrar el equilibrio.

Al mismo tiempo, el coaching activa procesos neurológicos positivos. Cuando una persona, guiada por las preguntas del coach, llega a una revelación o a una idea nueva, esto suele ir acompañado de un pico de dopamina en el cerebro. La dopamina es un neurotransmisor asociado al placer de aprender y a la recompensa: refuerza la motivación y el entusiasmo. ¿Alguna vez has notado ese impulso de energía cuando finalmente encuentras la solución a un problema complejo? Es la dopamina en acción.

Del mismo modo, sentirse comprendido y apoyado puede favorecer la secreción de serotonina, la hormona del buen humor y el bienestar, que aporta calma y satisfacción. Con el tiempo, estas hormonas, conocidas como «hormonas de la felicidad», contribuyen a un mejor equilibrio emocional en el trabajo.

La combinación de beneficios del coaching

El resultado de estos efectos es un colaborador menos estresado y más lúcido. Liberado del brain fog que provoca el cortisol, el cerebro puede acceder plenamente a sus funciones como la reflexión estratégica, la creatividad o la toma de decisiones informadas. Así, observamos que las conversaciones de coaching mejoran la toma de decisiones: al aclarar las ideas y reducir las emociones negativas, permiten ver las situaciones con más perspectiva y objetividad. En definitiva, el coaching ayuda a recuperar las capacidades cognitivas óptimas que el estrés había bloqueado.

Del bienestar individual al rendimiento colectivo

Estos beneficios no solo se refieren al desarrollo personal, sino que responden a retos concretos en materia de RRHH. En primer lugar, el bienestar laboral se ha convertido en un factor estratégico para fidelizar el talento y mantener la productividad. Ofrecer a los colaboradores un acompañamiento como el coaching es actuar en la prevención del estrés y el burnout. Un empleado que se siente apoyado y escuchado tendrá más posibilidades de desarrollarse y mantener el compromiso. En este sentido, es bien sabido que la calidad de las relaciones en el trabajo y el apoyo de los managers son factores que desempeñan un papel clave en la salud mental y que el coaching logra reforzar.

Impulsar el liderazgo en tu organización

Además, el coaching es una herramienta ideal para impulsar el liderazgo en tiempos de cambio. Las organizaciones en constante transformación necesitan líderes resilientes, capaces de adaptar su estilo de liderazgo y guiar a sus equipos a través de la incertidumbre. Cuando un manager aprovecha el coaching, desarrolla su inteligencia emocional: aprende a gestionar mejor su propio estrés, a escuchar activamente a sus colaboradores y a fomentar su autonomía. De este modo, se vuelve más capaz de liderar el cambio de forma empática y eficaz. En épocas complicadas, estas cualidades marcan la diferencia entre un proyecto de transformación impuesto y un cambio aceptado y logrado por los equipos. Para profundizar más, puedes leer nuestra infografía sobre comunicación interna y gestión del cambio, que destaca los factores de éxito para acompañar las transiciones en la empresa.

Infografía Comunicación interna y gestión del cambio

Hemos recopilado algunos consejos y ejemplos para inspirar a tus equipos a adoptar nuevas prácticas y maneras de comunicar en tu organización.

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Por último, integrar el coaching en tu organización favorece el desarrollo de competencias conductuales a gran escala. La comunicación, la resolución de problemas, la gestión del estrés, la capacidad de adaptación… todas estas competencias cruciales se fomentan durante las conversaciones en sesiones de coaching. No es casualidad que el business coaching se considere hoy en día una piedra angular del desarrollo de las competencias conductuales en las empresas.

Al facilitar el coaching, (por ejemplo, haciéndolo accesible no solo a los managers, sino a todos los empleados) las empresas crean una cultura de desarrollo continuo y apoyo mutuo. De este modo, todos los colaboradores, independientemente de su nivel, pueden crecer, ganar confianza y contribuir mejor a los proyectos comunes.

La cultura del coaching como remedio del malestar laboral

En definitiva, las conversaciones de coaching son mucho más que simples charlas informales. Son catalizadores del bienestar y el rendimiento, que actúan en profundidad sobre nuestros mecanismos cerebrales. Al reducir el estrés y el cortisol, protegen la salud mental de los colaboradores. Al despertar emociones positivas y dopamina, reavivan la motivación y la claridad mental. Y al situar al ser humano en el centro, refuerzan los valores de liderazgo humano y bienestar en la empresa.

Los RRHH en primera línea

Para los responsables de RRHH y L&D, promover una cultura del coaching no es solo una cuestión de moda: es una estrategia eficaz para hacer frente a los retos actuales. En un contexto en el que la incertidumbre es la norma, apostar por este tipo de conversaciones permite conciliar bienestar y rendimiento. Las grandes mentes que forman tus equipos disfrutarán de un mayor equilibrio, creatividad y resiliencia. Toda la organización se beneficiará de los resultados, tanto en el ambiente laboral como en el rendimiento empresarial. Se trata de un objetivo ambicioso, pero esencial, para las organizaciones del futuro, ¿estás preparado?

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